Llevo meses para darte las gracias por haberme hecho entender que estar al lado de la persona que nos deja, en sus últimos momentos, es un privilegio. Así lo siento. En esos minutos, que sales y entras de esa habitación, con su hilo de vida aún,mientras llega la familia a despedirse, tú me enseñaste a dejarle ir, a vivir ese trance sin desesperante desgarro. Conseguimos darle un impulso de luz blanca por el amor que le tenemos, y con esa fuerza, nos dejó. El momento llegó sin que la máquina desvelara algo que no supiésemos ya. Se fue cuando le ayudamos a hacerlo con serenidad y plenitud. Cada día recuerdo a este gran hombre, pero gracias a este final, lo hago desde el amor, sin reprocharme el tiempo de calidad que en mayor medida podría haberle regalado. Creo que esta sensación me la ha dado el haber vivido este final, pues la estela del cariño supera infinitamente el dolor de la ausencia. Consiguió atraer la paz interior en cada instante que mi mente visiona un recuerdo suyo. Cris, no te canses, a veces nos hace falta una linterna como tú…

Paz Amor